Los discípulos empezaron a hablar de que Jesús, tras su muerte hacía tres días, se había aparecido vivo a algunas mujeres y a algunos discípulos. Pero también pensaban que podía ser una ilusión.

Mientras varios de los discípulos estaban hablando con tristeza de todo lo que había pasado, Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo:

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-La paz esté con vosotros.

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- ¡Socorro!!!!!! - se alarmaron unos.

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-¡Un fantasmaaaa!!!!! - dijeron otros, y muchos intentaron huir.

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Pero Jesús volvió a decirles:

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- ¿De qué os asustáis¿ ¿Por qué os entra ese miedo y tenéis dudas? Mirad, tocad mis manos y mis pies (que tenían las huellas de los clavos); soy yo en persona.

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Pero ellos seguían sin fiarse demasiado...

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- Tocadme y convenceos. ¿Un fantasma tiene huesos y carne como yo?

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La cara de los discípulos era un poema. Unos asombrados, otros comenzaban a alegrarse, otros no podían ni moverse... Por eso les dijo de nuevo:

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- ¿Tenéis algo para darme de comer?

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Le acercaron un pez asado, que él comió con toda normalidad. Mientras ya se serenaban los ánimos y comenzaban a sentir gran alegría, Jesús aprovechó para recordarles que ya les había avisado de que todo lo que decía el Antiguo Testamento del Mesías debía cumplirse. Por ello les fue diciendo:

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- Estaba escrito que tendría que morir y  resucitar al tercer día. Pero también que a partir de ahora me anunciaréis en todos los países para que vuestra alegría la compartan todas las personas que quieran crecer. Por eso prometo que os enviaré a quien os ayude y os dé fuerza para esto.

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Y con esta promesa se marchó.